La Quinta de San Simón, hoy mejor conocida como Casa del Vino, está ubicada en la Balconada del Sauzal y todo el que haya contemplado la inmensa porción de atlántico desde ahí, sabe que las vistas son únicas, alcanzando toda la costa norte hasta Teno y el Teide en días claros, que suelen ser mayoría. Ya desde el siglo XVII su fundador, Simón de Herrera Leiva, tenía clara las intenciones y aunque tenía en mente regresar a su América natal, no desaprovechó su estancia en las Afortunadas para erigir allí una gran bodega, un inmenso lagar (si no me equivoco el mismo que hoy descansa en el patio interior) y plantar uno de los mejores viñedos de la Isla.

 

     Nos reciben en La casa del Vino, ataviados de acuerdo a la forma tradicional, conservando esa atmosfera histórica que aún se puede palpar en cada rincón de la hacienda. Suena en el recibidor una folía. Somos conducidos hasta el restaurante, donde nos acoge una de las agradables camareras de la Casa del Vino y maravillados por la exquisita decoración somos acomodados en una mesa. Cada rincón del comedor haría las delicias de un pintor de bodegones, no en balde la Casa del vino ha sido premiada recientemente por sus exposiciones. Por las paredes pueden verse bastantes piezas artísticas, perfectamente integradas, con información de sus autores. Ya en este recinto la música, muy bien seleccionada, hace placentera la visita: suena Antonio Machín “Toda una vida”, donde dice, “toda una vida me estaría contigo…no me importa en qué forma”, y las formas en el restaurante de la Casa del Vino son inmejorables. Tiene la disposición de una casa, con sus respectivos cuartos, varían las iluminaciones y los ambientes, unos más abiertos y diáfanos, otros más íntimos y cálidos, pero todos acogedores, la diversidad está servida y pueden encontrar su lugar aquí tanto parejas que deseen un romántico brunch, como familias enteras, pues algunas habitaciones cuentan con sillitas de bebé e incluso en el exterior hay unos graciosos mesones de barrica en miniatura adaptados para niños.

 

     Comienza nuestro Brunch. Los artífices de la Casa del vino y las manos esmeradas de Pastelería Díaz prepararon un Brunch especial para Conociendo Nuestros Vinos. En la carta hay hasta cuatro menús de Brunch con precios asequibles y más cuando se degusta la calidad y abundancia de las viandas y bebidas. No se olvidaron de los pequeños, también hay un brunch infantil.

El vino que suele servirse es un blanco afrutado de Bodegas Ferrera, sitas en Arafo, en el valle. Tuvimos la oportunidad de probar un blanco seco de Frontos y otro blanco afrutado de Vega las Cañas, todos ellos exquisitos y en perfecto maridaje con la comida. Listán blanco y Moscatel, uvas de la isla, vinos muy cuidados y de agradable gusto. Para el que no haya oído que es un Bruch puede resumirse el concepto en que es algo a medio camino entre un desayuno y un almuerzo, si bien como nos comentó una de las camareras “hay que venir con hambre”.  Las mañanas y mediodías de sábados y Domingos son días indicados para ello.

 

     Comienza con un surtido de panes artesanales, de semillas y bizcochados, destacando un pan bizcochado de chocolate. Se acompaña con una mayonesa casera de pimiento y una crema de aceitunas. Aparece un zumo de naranja recién exprimido, contándose también con zumo natural de naranja y zanahoria. Entonces llega una copa de vino blanco de los antedichos, el servicio de camareros tienen la pericia de saber cuándo es el momento de traer los siguientes platos, así que podrán saborear y hablar tranquilos, con toda la calma de la silenciosa Baranda. A continuación una tabla de embutidos y quesos, servidos en una piedra de pizarra negra con forma lisa y rectangular. Pata, quesos frescos, chorizo, unas almendras sazonadas de Pastelería Díaz, fantásticas como snacks para los amantes del futbol televisado. No hemos terminado, nos traen a la mesa una vistosa ensalada de frutos secos, yogurt y reducción de vinagre; la uva y el vino tienen reminiscencias en casi todos los platos.

Acto seguido, siempre respetando los tiempos y con una sonrisa en el rostro, la camarera sirve una mini hamburguesa de carne fiesta. Tradición e innovación se dan la mano. No defrauda. Llegados a este punto del Bruch uno entiende el consejo inicial: acudan con hambre. Se trae el postre. Una macedonia de frutas con yogurt y gel de vino tinto. Fresca, nutritiva, digestiva y muy sabrosa, nuevamente el vino aparece en los platos y no hay lugar para el escepticismo, el vino casa a la perfección en este postre, se vuelve un compañero armonioso, sublimador. Café o té cierran el Brunch.

Si gusta de pasear su visita no ha terminado.

 

     La Quinta cuenta con un Museo del Vino y una vinoteca donde adquirir un elaborado catálogo de vinos isleños.

 Se dice que en el siglo XVII era un orgullo contar con una capilla en la hacienda y fue el tercer titular de ella el que puso en su corazón levantar la pequeña iglesia. El artesonado, que no ha sido restaurado desde el siglo XVII y que tiene influencias mudéjares, está elaborado con la tea del pino Canario, que destaca por su belleza. Pueden pasar varios minutos mientras se contempla extasiado las laboriosas formas y adornos del artesonado. No deje de visitarla.

Desconozco qué pensaría su fundador, han pasado ya más de doscientos años, pero resulta evidente que la Casa del Vino permanece fiel al designio de Simón, quien plantó una viña, construyó una bodega y un lagar.

Aquí siguen habiendo buenos vinos y buena comida, sin estridencias, respetando el relevo de las generaciones y la herencia de los antepasados, siendo fieles a lo propio. La imagen que se ofrece al turista visitante hace que uno se llene de orgullo. Conózcala.